Hace ya algunos días, tuve ocasión de reencontrarme, mas de veinte años después, con el profesor Dario Villanueva Prieto, rector que fue de la Universidad de Santiago de Compostela, asi como Presidente de la Real Academia de la Lengua Española. Villanueva y yo nos conocimos, allá por el año 2000, cuando él ejercía el primero de los cargos citados y yo prestaba mis servicios, como capitán, en la Oficina de Comunicación y Relaciones Públicas (OCP) del Estado Mayor de la Capitanía de la Región Militar Noroeste (A Coruña). Dario Villanueva, un brillantísimo catedrático villalbés, y yo, que somos prácticamente coetáneos, pertenecemos a la misma promoción de las entonces llamadas Milicias Universitarias, y de ello estuvimos charlando cuando nos conocimos en la capitanía coruñesa, tras recibirle yo durante una visita protocolaria que realizó a Coruña.
Fue durante el Curso de Verano “Gurméndez”, celebrado hace poco tiempo en Ferrol, cuando volvimos a encontrarnos, después de tantos años, y comenzamos a charlar, animadamente, durante la comida que tuvimos, a continuación de su conferencia en el campus universitario ferrolano. El tema de conversación se centró en uno de sus temas mas estudiados: la Postverdad. Es lo que vendría a ser la “mentira posmoderna” que desgraciadamente se ha instalado en los poderes ejecutivo y legislativo, además de en la propia sociedad civil.
Esta postverdad imperante, si se extiende mucho mas allá, conducirá irremediablemente a las Posdemocracias hacia regímenes dictatoriales. Comentaba Dario Villanueva que, durante un viaje a Estados Unidos, estuvo dando conferencias en el ámbito universitario, y se dio cuenta de que la “libertad de cátedra” había desaparecido de las aulas de la Universidades de USA. Lo “políticamente correcto” se había instalado en el léxico y en los discursos de los profesores. Había sido el triunfo de la postverdad en las aulas. Afirmaba Villanueva que jamás volvería a pronunciar una conferencia en las universidades norteamericanas.
En el ámbito político mundial, buena parte de los candidatos se han convertido en verdaderos “troles” en las redes sociales o durante sus comparecencias ante los medios de comunicación. Las manipulaciones de la opinión pública se han convertido en una suerte de “tecnología política” y ésta existe, tanto en la derecha como en la izquierda del arco político mundial. Los votantes, en realidad, prefieren no conocer la verdad, si no que le cuenten esa postverdad que les refuerza las falsas ideas que han asumido como propias y las del partido político al que votan. Prefieren esas mentiras “políticamente correctas” que la propia verdad.
En estos días de campaña política española, vemos que todo vale en los propios debates televisivos. Ha aparecido una aparentemente nueva “tecnología” de la confrontación política. Se trata de una avalancha de mentiras, de medias verdades, o de verdaderos disparates, lanzados por los candidatos, a toda velocidad y atropelladamente, ante sus contrincantes dialécticos, de forma que les impida responderles adecuadamente y con serenidad. Se trata de provocar el “y tú más”. En realidad es el llamado “Gish Gallop”, una técnica antigua, utilizada desde hace mucho tiempo en debates, pero de manera esporádica, y que ha vuelto a resucitar.
Desgraciadamente, en la política española, vemos que políticos mentirosos y corruptos llegan al gobierno a través de unos votantes con mentes ignorantes de lo verdadero y con valores morales narcotizados por esa postverdad imperante en nuestra sociedad.
Decía Sócrates que hay un solo bien: el conocimiento, y un solo mal: la ignorancia. Pero parece parce ser que, con respecto a la comunicación social y a sus medios, nadie quiere pensar, analizar y conocer la verdad por si mismo. Mejor, que nos den las mentiras “a la carta y a nuestro gusto”. Y que, en las elecciones, ganen “los nuestros”, aunque nos mientan y nos roben. Es la Postmodernidad. Ya se ha instalado aquí.