El caso Rubiales

Hay dos preguntas que se formulan los españoles de bien.  La primera es como llegó a la presidencia de la Federación Española de Fútbol (FEF) este personaje siniestro que agotó todos los adjetivos despectivos del DRAE. 
 

Tanto la prensa española, como la extranjera –y los ciudadanos– le califican como maleducado, zafio, sinvergüenza, macarra desubicado, patán desafiante... Además, a los que criticaron la grosería de llevarse la mano a la entrepierna en el palco y el beso a J. Hermoso les insultó con términos tabernarios, como “tontos del culo, pringados, idiotas, estúpidos, gilipollas” y otras lindezas. 
 

El curriculum de Rubiales impresiona por la cantidad de escándalos que protagonizó en  su mandato. Llegó al puesto en 2018 prometiendo “corregir los errores de la etapa Villar, pero a los pocos meses la arquitecta que planificó obras en su casa le demandó por agresión. Ese mismo año viajó a Nueva York con una pintora mexicana que, según varias informaciones, pagó con dinero de la Federación. 
 

En 2020 organizó una orgía en Salobreña con amigos y llevó como “invitadas” a un grupo de ocho o diez chicas jóvenes. Después se supo de las comisiones multimillonarias por llevar la Supercopa de España a Arabia, de un piso de lujo en Madrid pagado por la Federación… El espionaje a periodistas y a miembros del Gobierno culminan su “hoja de servicios” que, seguramente, está nutrida de otras perversidades. 
 

Por eso, también es pertinente la segunda pregunta. Con este perfil barriobajero y viendo su gestión 

oscura, clientelar y comisionista al frente de la FEF, ¿Cómo explicar que un gobierno que se dice progresista y feminista “le dejara hacer” con total impunidad? ¿Por qué le protegieron más allá de lo razonable y lo mantuvieron al frente de ese organismo durante tanto tiempo?  
 

Es curioso que muchos miembros del mismo Gobierno y dirigentes del partido que le sostiene se escandalicen ahora por el “beso” desvergonzado y no lo hayan hecho durante cinco años por su falta de integridad en la presidencia de la FEF.  
 

También llama la atención que el núcleo duro de Igualdad, la lideresa de Sumar y otros políticos sean el azote de Rubiales por la agresión sexista a la futbolista y ellos no hayan dimitido tras aprobar la ley que rebajó las penas a más de un millar de agresores sexuales y excarceló a más de cien. Esto es hipocresía política e incoherencia en estado puro.  
 

Por lo demás, los aplausos de los asistentes a la Asamblea -¡estómagos agradecidos!- y la tardía reacción de clubes y jugadores reflejan el talante que controla ese proceloso mundo que permitió a este personaje funesto –avalado por el Gobierno– avergonzar a los españoles y causar un daño irreparable al fútbol y a la imagen de España.

El caso Rubiales

Te puede interesar