La autora del alucinante cartel del Ministerio de Igualdad que defiende el derecho de los cuerpos “no normativos” a disfrutar del verano y de la playa en términos de igualdad a como lo hacen los cuerpos “normativos”, es una artista incomprendida. Bueno, no totalmente incomprendida, pues Irene Montero y su equipo no solo parecen comprenderla, sino que, en atención a su genio audaz y desinhibido, le han remunerado la citada obra del cartel con 4.990 euros, cantidad que equivale, por cierto, a la que percibe de pensión un jubilado, ya sea de cuerpo “normativo” o “no normativo”, en cuatro meses.
La artista, que atiende al nombre de Gisela Escat, aunque usa el también muy eufónico pero más inquietante de Arte Mapache, no debió tardar cuatro meses, ni cuatro horas, en apañar su engendro o “collage”: pilló de aquí y allá fotos de modelos, las reunió en turbadora mezcolanza sobre un fondo playero, y asunto concluido. No es descartable que a lo mejor empleara previamente mucho tiempo, incluso esos cuatro meses, en gestar la idea dentro de su mente, de modo que la ejecución de la obra, llamémosle obra, ya solo fue cosa de coser y cantar. O de coser no, al no ser ello “normativo” del sui generis imaginario feminista al que Gisela Escat o Arte Mapache dice adscribirse con pasión un punto desenfrenada.Pero, vamos a ver, ¿es que no puede un artista, al que por su condición se le debe permitir toda clase de licencias, robar imágenes de modelos, colocar la cabeza de una mujer mastectomizada de los dos senos en el cuerpo de otra desprovista solo de uno, plantificar una pierna de carne y hueso a otra en vez de la protésica que lleva desde que un taxi la atropelló en Nueva York y, además, ponerle pelos en sus axilas depiladas, plagiar la tipografía del afiche, o tapar algo más el culete de otra mujer que en la foto original llevaba un tanga sucinto? ¿Qué pasa? ¿No puede?
A algún tiquismiquis ha podido chocarle también que, tratándose de un mensaje del Ministerio de Igualdad, todos los cuerpos robados que aparecen en el delirante cartel sean de mujeres, como si los hombres no pudieran tener cuerpos “no normativos”, o si, teniéndolos, se tuvieran que fastidiar y no ir a la playa. Nunca llueve a gusto de todos y una artista no tiene que gustar a todo el mundo, aunque en este caso no parece haber gustado absolutamente a nadie. Ahora bien; conmueve la intención de Gisela una vez descubierto el pastel, expresada en un tuit plagado de errores sintácticos y ortográficos.