Las bibliotecas

Un famoso escritor (el adjetivo delante del sustantivo aquí es necesario) comentó en XTwitter algo que resulta interesante y es polémico: el dinero. El dinero siempre resulta interesante y es polémico, especialmente cuando no lo tienes. Parece que los escritores tenemos de forma obligatoria que escribir sin ganar un duro, pasar la vida sentados con el culo carpeta dándole a la tecla como cajón que no cierra y ofrecer nuestra imaginación y nuestra mente a los lectores de forma desinteresada. La polémica comenzó cuando el famoso escritor protestó porque a los autores no se les paga cada vez que alguien coge su libro en una biblioteca, creo yo que fue así porque ha borrado el Xtuit y ha desaparecido el hilo de tuiteros indignados (si estamos en XTuiter es porque somos seres eternamente indignados) protestando (con razón, lo siento, colega) por percibir un cierto interés  del famoso escritor en complotparevolverBUSCANDO DINERO.


No, no es en las bibliotecas donde tenemos que buscar el money, bro. Las bibliotecas son el bien absoluto, intocables, fascinantes, lugares de refugio, sitios en los que surge el amor o los aprobados de fin de carrera,  palacios mentales que albergan historias que huyen de la realidad triste, pobre o agresiva, el niño que descubre a Ulises o la Canción de Rolando, a Tintín, a Asterix, a Sherlock Holmes e Irene Adler, a Dracula, a Heathcliff, a Jane Eyre o a Superman. Las bibliotecas no se tocan, no se nombran en vano, no se mentan, no se mancillan, amigo famoso escritor. No, no queremos cobrar por libro prestado. Cada libro prestado es un regalo, es un homenaje a las horas que hemos pasado tecleando como cajón que no cierra, el culo carpeta, un par de cigarros y cafés, que la nicotina estimula cosa fina, a los esfuerzos en hilar una trama coherente, a los quebraderos de cabeza, a los días de búsqueda y documentación, a escribir bien, en suma. 


No voy a mentir, los escritores queremos ganar dinero con nuestro trabajo. Cuando los artistas comenzaron a firmar sus cuadros lo que realmente deseaban era precisamente eso, la honra por su destreza, el reconocimiento, la Cruz de Santiago en el pecho y no en la tarta y ganar dinero. Escribir es un arte y un trabajo: ¿Acaso no cobra el pintor por sus cuadros, el cantante por su voz y sus canciones, el violonchelista por su pericia melodiosa (con esta columna me postulo para el Planeta) o los actores por sus películas? ¿Acaso no tenemos corazón, sangre y estómago y facturas que pagar para que no nos venga el Cobrador del Frac?
Los escritores que publican sin ganar un duro quieren lo mismo que los que publican ganando mucho dinero, amigos lectores. Todos queremos FORTUNA Y GLORIA. Y dinero. Mucho dinero. La biblioteca de Dan Brown, que te toque la lotería como a E.L. James con un libro horroroso, el Planeta, el Nobel o el premio a la mejor novela del festival de Torrelodones (no se me enfaden los torrelononenses). En realidad somos tan egocéntricos que estamos seguros de que lo que sale de nuestro cerebro y nuestras manos es tan interesante que vamos a ligar al publicar novelas o poemas. Es así. Pero no a costa de las bibliotecas, colega. Las bibliotecas no se tocan. Primer aviso.

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