La arena pegada al cuerpo, la piel con sabor a sal y de fondo melodías que se perfilan en la banda sonora de este verano de 2023. Me paseo por festivales y conciertos, al aire libre, en entornos íntimos, en espacios históricos, todos ellos llenos de magia y conexión. Te descubro nuevas voces, me desnudas tus listas sonoras entre destino y destino de escapadas veraniegas. La música siempre presente.
Desde niña recuerdo, que la música y los libros me han servido tanto como acompañamiento en momentos de alegría y ensoñación, como en un espacio refugio de los instantes difíciles de gestionar. Viene a mi memoria el pequeño tocadiscos portátil que subíamos al Puerto de la Magdalena (Murias de Paredes - León) para “pinchar” los singles de mis primas, una mezcla tan ecléctica donde se juntaban la “Yenka” con Mediterráneo de Joan Manuel Serrat, o lo último de Nino Bravo -el favorito de mi abuela Dora- con los éxitos de Janis Joplin y Cat Stevens. Luego llegarían tocadiscos más sofisticados, mi propio equipo con plato, amplificador y radio-cassette y mis cantantes favoritos, donde competían Aute y Miguel Bosé con el rock argentino de mi adolescencia uruguaya. En los últimos años no han faltado los festivales, experiencia musical que se mezcla con la gastronomía, el baile, compartir momentos únicos con amigos de siempre y con desconocidos del momento. Podría seguir así recorriendo una línea de vida, susurrando la banda sonora de cada etapa, siempre variada y siempre abierta a curiosear y descubrir melodías de todos los continentes.
Escuchar una canción, unos acordes o un simple ritmo pueden traer a la mente un recuerdo específico, provocar alegría, nostalgia, tranquilidad, paz o algún otro estado emocional. Nacemos con la habilidad de diferenciar entre el ruido y los sonidos más armónicos y estos últimos, si son de nuestro agrado, pueden permitir a nuestro cerebro liberar la famosa dopamina y conectarnos con un estado de bienestar. Más allá de todo ello, estudios como los realizados por el neurólogo Oliver Sacks, autor de “Musicofilia”, concluyen que la música puede despertar zonas dañadas del cerebro. En este sentido, la musicoterapia es capaz de producir importantes cambios a nivel fisiológico en el organismo: acelera o retrasa funciones orgánicas (respiración, circulación, digestión etc.), a nivel psicológico estimula las emociones (facilita la expresión o produce un efecto calmante), y a nivel intelectual ayuda a lograr concentración, estimula la imaginación y facilita el aprendizaje de habilidades sociales.
Este verano de 2023 ha ido sonando en el puerto de A Coruña con sabor al francés de Zaz, en el claustro de la catedral de Tui a ritmo del jazz de Irene Reig Trio y la sorprendente propuesta de fagot flamenco de Niño Ruvén, en el Castillo de San Antón, envuelta en mágica luz de atardecer y voz de Silvia Penide; no podía faltar la Plaza de María Pita, conectando con mis raíces a través de panderos, panderetas y gaitas con Xabier Díaz & Adufeiras de Salitre. Y momentos más íntimos de lecturas estivales amenizadas por Alexandra Streliski o viajes por carretera con listas -nada tontas- compartidas. Quedan semanas, melodías, espacios, compañías…
Ya lo decía Platón “la música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza y vida y alegría a todas las cosas.”