Lo que en la ficción del cine o de la novela ocurre muchas veces, en la realidad no sucede tantas: el hombre o la mujer que se inmolan por no abjurar de sus ideas, o por no traicionar a su patria o a un amigo. En Ucrania, donde están pasando tantas cosas, esa conducta no es excepcional, y el último caso conocido, el del asesinato por soldados rusos del director de la Orquesta Filarmónica de Jersón por negarse a dar un concierto celebratorio de la invasión, simboliza no sólo la brava resistencia del pueblo ucraniano contra un enemigo superior, sino cuanto de admirable hacen sus hijos ante los ojos pasmados del mundo.
A Yuri Kerpatenko le pegaron cuatro tiros en su casa por reiterarse en su negativa a participar en el ominoso aquelarre que el ocupante ruso y los colaboracionistas locales habían organizado para celebrar “la restauración de la normalidad”. Para Putin y sus secuaces, como se sabe, Ucrania no existe, de modo que ese concierto en su honor no venía sino a establecer oficialmente, sin ningún género de duda, esa inexistencia.
Cierto es que al ritmo que lleva la destrucción de Ucrania por parte de Rusia, rabiosamente acelerado tras la voladura parcial del puente de Crimea, el país del trigo y de los girasoles va quedando irreconocible, pero gente como Yuri Kerpatenko obra el milagro de que cuanto más roto y devastado está, más existe.
El director de orquesta Yuri Kerpatenko no tenía ningunas ganas de morir, pero tampoco de vivir aherrojado, esclavo, indignamente, y los salvajes uniformados que le mataron resolvieron a su manera salvaje el dilema. La música de Ucrania, como su grano, sus acerías, sus ciudades, sus puertos o sus centrales nucleares, es rusa y punto, y ahí están los drones baratos, y los misiles caros, y las bombas termobáricas, y el gatillo fácil de la infantería para acreditarlo. El director de la Filarmónica de Jersón no quiso ponerle música a eso, y hoy yace como tantos miles de ucranianos que existían, pero que ya no.
Es verdad que en esa guerra, Occidente pone las armas, y Ucrania los muertos, pero también lo es que Ucrania, los ucranianos, están poniendo algo más.
Algo muy importante y asombroso: que en su terrible realidad ocurran cosas como en la ficción del cine o de la novela. Cosas que tienen que ver con la valentía y con la integridad moral.