Está visto que los países con mayor número de mujeres líderes políticas tienden a prestar mayor atención a cuestiones como la salud, la enseñanza, las infraestructuras y el fin de cualquier tipo de violencia. Al fin y al cabo, no es cuestión de género, sino de unión y de unidad, de reunirnos para buscar la mejor orientación y dar un paso al frente. Lo significativo radica en sobreponernos de estas inhumanas atmósferas y de las consecuencias que todo este ambiente nefasto viene originando en el astro y en sus moradores.
Lo que no pueden continuar entre nosotros son esos universalizados aires antisociales, que lo único que generan es amargura y desconfianza. Tal vez tengamos que ser un poco más comprensivos, para poder aceptar al otro como parte de este caminar, siempre en actitud de servicio, y también cuando actúa de un modo distinto al nuestro, robusteciendo nuestra nobleza, que es lo que en verdad suele allanarnos el camino, para la reconstrucción de horizontes truncados, lo que se requiere de la reconciliación de los pueblos afectados y el establecimiento de un sistema de justicia sólido, con órganos especiales para investigar y procesar los crímenes cometidos por las organizaciones terroristas, convirtiendo el planeta en un verdadero calvario. Debiéramos saber, por nuestra propia historia biográfica, que sólo el auténtico afecto vence la injustica. El espíritu armónico es una necesidad, porque este orbe no navega en quietud, sino en un sinfín de incertidumbres y guerras que nos dejan sin verbo. Necesitamos, pues, ese nervio amoroso para decir si al reencuentro entre culturas, igualmente para hacer familia y rehacer vidas perdidas. Otro de los grandes retos, en consecuencia, será derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo sincero y del abrazo continuo, para que triunfen el aprecio y la amistad.
La historia nos enseña que nuestras fuerzas, por si mismas, son insuficientes.