La Universidade da Coruña ha obtenido por primera vez en su historia una ayuda del Consejo Europeo de Investigación (conocida como ERC Consolidator Grant) para realizar a lo largo de los próximos cinco años un proyecto que indagará en la estructura de los polímeros semiconductores con el objetivo de desarrollar células solares más eficientes y estables. Jaime Martín, docente e investigador en el Laboratorio de Polímeros Funcionais del Centro de Investigación en Tecnoloxías Navais e Industiais –Citeni– del Campus de Ferrol, lidera esta iniciativa que ha captado dos millones de euros y que llevará a cabo íntegramente en el propio Citeni.
¿En qué consiste el proyecto?
Lo que proponemos es aumentar la durabilidad o la estabilidad de las células solares orgánicas, que son unos dispositivos electrónicos que, como las placas solares, son capaces de transformar la luz del sol en corriente eléctrica. Dentro de todo el abanico de dispositivos fotovoltaicos o células solares que existen hay unas que están hechas de plástico, que es con las que trabajamos nosotros.
¿Y eso qué significa?
Significa que tienen unas peculiaridades con respecto a otros dispositivos que vemos en los tejados de los edificios y que están relacionadas con el hecho de ser plásticos, por lo que estas células solares orgánicas con las que trabajamos son transparentes y flexibles. Esto abre un abanico nuevo de posibilidades a la hora de emplearlas. Así, se pueden poner en ventanas, de forma que, por un lado, funcionan como tales, dejando pasar la luz, y, por otro, generan electricidad.
Todo son ventajas, por lo tanto...
Son dispositivos muy interesantes, pero tienen un problema, que es que sus propiedades se degradan muy rápido, es decir, no duran, se estropean en cuestión de días, semanas o meses, lo que los hace inviables de cara a su comercialización. Actualmente no hay dispositivos de este tipo que sean comercialmente explotables y en este proyecto vamos a explorar una estrategia nueva para intentar aumentar su durabilidad.
Si se obtienen buenos resultados supondría una revolución...
No sé si llamarlo revolución, pero desde luego sería un antes y un después en la manera en la que capturamos la luz del sol y con ella generamos electricidad. En los distritos financieros de las ciudades hay muchos edificios que tienen una gran superficie acristalada y con este tipo de células solares se podría cubrir toda esa superficie sin que pierda su funcionalidad de ventana, por lo que es muy probable que ese edificio pudiera ser autosuficiente energéticamente. Desde ese punto de vista sí va a suponer un antes y un después.
¿Se marcan un objetivo de durabilidad concreto?
Sí y no. Por un lado queremos hacer ensayos a lo largo de años, pero el proyecto en sí tampoco dura muchos años (cinco) y el desarrollo se va a hacer desde el principio, desde las partes más fundamentales. Vamos a intentar entender cómo funcionan estos materiales y con ese conocimiento y a través de varias estrategias vamos a probar cómo fabricar células solares más estables para después explorar la durabilidad.
¿Cuántas personas trabajarán en él?
En mi grupo actualmente somos cinco y para llevar a cabo el proyecto contrataré siete más.
¿El sector energético ha sido siempre su ámbito de interés?
El energético es un reto que tenemos que solucionar. Que no podemos depender mucho tiempo de los recursos fósiles está claro y todo el mundo lo entiende. O sea, por ahí vamos mal y algo hay que hacer. Este tipo de soluciones limpias son las primeras en las que pensamos y son muy interesantes, pero para mí este tema es bastante nuevo; mi investigación hasta ahora ha estado centrada en los polímeros y después me fui especializando en un tipo especial de plásticos, los semiconductores. Algunas de las aplicaciones de estos están encaminadas a la energía, como fabricar células solares, de modo que he acabado aquí por una evolución lógica del trabajo.