Solemos dar por hecho que en la política patria las cabezas pensantes son como esos asesores de las películas que controlan cada mínimo detalle de la comunicación, las negociaciones, las votaciones y el calendario, aunque todo apunta a que la realidad es bastante más caótica y casual. Y así pasa lo que pasa, que nos encontramos con que las elecciones autonómicas andaluzas se celebran en plena ola de calor. Los señores que convocan la cita deberían ser conscientes de que si la siesta es sagrada en cualquier época del año, cuando empieza a subir el termómetro es, además, de obligado cumplimiento para evitar males derivados de las altas temperaturas. Salvo causa de fuerza mayor, en pueblos y ciudades andaluces desde que se termina de comer hasta, como mínimo, las ocho de la tarde no se abandona el frescor del hogar. Y por muy concienciado que esté uno con la implicación ciudadana en el ejercicio de la democracia no le pueden pedir que se arriesgue al derretimiento de camino al colegio electoral. Mucha campaña y mucha promesa, pero luego quieren que los votantes luchen contra los elementos para depositar la papeleta. Despiadados.