Por fin Rafa Nadal tuvo el homenaje que se merecía. En París, quizá el único lugar del mundo donde se le adora tanto como en España. La afición de Roland Garros lo adoptó hace años como su elegido, el rey de la tierra batida, y era justo que en esa tierra quedase para siempre su recuerdo. Solo hay un borrón en esta historia: que ese gran reconocimiento no se lo hayamos hecho en casa.