Si hay algo que probablemente se le haya pedido a los políticos con el paso del tiempo es que entiendan los problemas de los ciudadanos, pero no hace falta que rebajen el discurso y empiecen a optar por vulgarismos de todo tipo en sus discursos, incluso para lanzar alabanzas. Imbuido por el espíritu del filósofo Pep cuando lo sacaban de sus casillas, el ministro con el nombre más indicado para su puesto, también conocido como señor Puente, no dudó en referirse a su jefe como “el puto amo”. No coartaremos nunca la declaraciones de amor fraternal ni las loas a sus superiores, pero, quizá, con lo rico que es nuestro idioma, podría haber buscado una declaración de afecto más apropiada al cargo. Él verá...