Compañeros solotildistas, hemos ganado. Han sido trece años de guerra, primero negación y rebeldía después, en los que no hemos desfallecido. Ni un ‘sólo’ sin su tilde cuando era necesaria. Porque cambiar las normas para empobrecer la lengua no es una decisión que podamos acatar sin revolvernos. Lo sentimos por todos esos chavales que a partir de ahora se dejarán décimas en los exámenes con cada acento de menos. Bueno, no; en realidad celebramos que se respete el idioma y que no se presuponga que las nuevas generaciones no serán capaces de escribir correctamente. Que desde la Logse el tema educativo ha ido cuesta abajo, pero no podemos perder la esperanza. Y sí, lo de la RAE no ha sido una rendición sin cuartel, únicamente mantiene la condición de que la tilde es optativa en los contextos de ambigüedad, pero a los solotildistas nos vale. Y seguiremos colocando con orgullo esa rayita que nos une a nuestros hermanos de acento y nos separa del resto.