Cuando uno se acostumbra al tradicional toma y daca de los políticos, sobre todo en esta época que nos está tocando vivir de desvaríos y ataques frontales diarios, lo del sábado en Santiago se pareció más a una utopía. Durante la jura del cargo del presidente Rueda, se escucharon palabras de elogio hacia todos sus predecesores, los del otro ala también. Hasta aquí, todo correcto. Pero es quizá más llamativo que entre los invitados, representantes institucionales, alcaldes e incluso ministros de todos los colores, solo hubiese buenas palabras y deseos, cuando el resto del año tienen la escopeta cargada y el dedo en el gatillo, por si el pájaro asoma. A ver si va a ser verdad que la concordia es posible, pero no la queremos cerca.