LOS números del Puerto de Ferrol son espectaculares y las previsiones, muy halagüeñas. Pero hay un factor que sigue pesando, ya más en el recuerdo que en la realidad: el fin de las térmicas sigue tirando para abajo del balance del tráfico de graneles. Ya apenas quedan carboneros que descarguen en Ferrol y los que quedan ya no tienen como destino final As Pontes. La villa otrora de las chimeneas mira hoy hacia el verde esperanza del hidrógeno. El equipo de Francisco Barea -que equipo no le falta- sigue trabajando duro para que esta transición energética sea en realidad una oportunidad de crecer y de “tirar” de la ciudad.