habrán leído hace unos días en estas páginas que lo del mal aparcamiento está más perseguido que las gacelas en la sabana. Añadían que como ahora la mayoría de las multas ya no precisan de la aquiescencia del señor agente del orden local, porque las expide una maquinita, pues ya no hay a quien llorarle esos “cinco minutitos de cortesía” que antes tenían a bien concedernos para bajar a la abuela del coche delante de su portal y cosas así. Nosotros –pese a la incuestionable credibilidad de este periódico— teníamos nuestras dudillas, pero hoy presenciamos la constatación de los hechos. Estábamos cómodamente sentados en la terraza de un popular restaurante, cuando una señora paró delante de la puerta –como hace muchísima gente, porque hay una zona de carga-descarga— para recoger lo que había pedido. Entró en el local y, tras unos minutitos, llegó un coche camuflado de la Municipal que paró detrás del de la mujer. Se apeó un agente, hizo una foto al vehículo infractor y, con la misma, se fue. Cuando la mujer salió “a fume de carozo”, del camuflado no quedaba ni el “fume”. Sería eléctrico, digo yo. Ni cinco minutos de cortesía ni “farrapos” de gaita. Cara le ha salido la hamburguesa a la pobriña.