La dura historia de Isabel y Manuel, dos ferrolanos a los que el alcohol les cambió la vida

El alcoholismo es una enfermedad crónica de la que no se sale y los afectados viven con el estigma de no saber si mañana volverán a recaer; hoy nos acercamos a las historias de dos de ellos
La dura historia de Isabel y Manuel, dos ferrolanos a los que el alcohol les cambió la vida
Detalles en la sede del Grupo 24 Horas | Emilio Cortizas

El próximo 27 de abril se celebra el octavo aniversario del Grupo 24 horas Alcohólicos Anónimos Ferrolterra (calle Merced, número 11) y con tal motivo se ha organizado una de las Juntas Públicas de Información, donde se espera que tomen parte personas llegadas de otras sedes de todo el país y también de Portugal. El acto se desarrollará en el pabellón de Santa Mariña a las 12.00 horas.


Desde la entidad animan a todas las personas que creen que puedan tener un problema con la bebida, “o que tengan a alguien cercano que crean que lo tiene”, que vaya al acto. “Esto sólo se contiene escuchando a otros como tú”, subraya Manuel G., quien explica que el funcionamiento del grupo 24 horas es de lo más sencillo. “Esto se basa en sentarse a escuchar a otros contar la que parece tu historia. Yo recuerdo cuando llegué aquí la primera vez que escuché a unos y a otros hablar en mi mismo idioma, por fin tenía frente a mí a gente que me entendía, aquellos problemas de los que hablaban eran los míos, escuchar a otros y verte reflejado en ellos es lo que nos anima a seguir”. 

 

Pese a que lleva años sin beber, asegura que “me paso todos los días por aquí, es importante no olvidar lo que somos, para que no se te ocurra nunca tomar ni una sola copa porque la primera es el principio”. Si bebes una ya no puedes parar, puntualiza Isabel R., otra de las usuarias del centro, quien sostiene que tener presente que son enfermos crónicos les ayuda a no cometer el error de probar esa primera copa que, están seguros, les llevará a la segunda.


Autogestión 


El servicio, abierto 24 horas 365 días al año, es la constatación de que están haciendo bien las cosas, como afirma Manuel G., quien explica que ellos mismos se organizan y autogestionan. Preguntado sobre si reciben alguna subvención responde tajante: “Somos alcohólicos, no somos los mejores para gestionar dinero”. Así, administran lo poco que cada uno puede aportar para estar al pie de cañón cada día, las 24 horas. “Algunos llegan en condiciones duras, sin un chavo, pero todos tienen algo que aportar, uno puede limpiar los cristales o arreglar una puerta, el caso es colaborar”, precisa. “El que la asociación siga ahí y marche bien es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos y nuestras familias, que vean que somos capaces de sostener esto es nuestro mayor logro y satisfacción”.


Manuel, como tantos otros, tiene una historia dura, muy dura, tras de sí. “No recuerdo cuando empecé a beber, pero era muy joven, al principio todo era genial, la bebida me ayudaba a ocultar aquello de mí que no me gustaba, mi timidez, mis miedos... Bebido era otro, o eso pensaba yo”. Recuerda que tras esa primera etapa de la juventud “empecé a no reconocerme en las historias que de mí me contaban quienes tenía más cerca, empecé a tener lagunas, me despertaba con mujeres que ni conocía o en lugares insospechados... después llegó todo lo demás, ingresos médicos, psiquiátricos, un problema grave de corazón con sólo 24 años por abuso de alcohol, peleas, relaciones rotas, padres destrozados, consumo de drogas varias, intentos de suicidio...".

 

Para Manuel G., lo peor de todo esto “era la culpa, esa que me invadía al día siguiente por no haber sido capaz de controlarme, me sentía una mierda, una escoria, lo peor de la humanidad...”. Así, recuerda que llegó al Grupo 24 Horas tras "diez días fatídicos, no había nada que calmara mis ganas de beber, ni valium que me tumbara, sin dormir nada en días... Toqué fondo de verdad, lo siguiente habría sido la muerte, seguro”.

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Instalaciones del Grupo 24 Horas en Ferrol Vello | Emilio Cortizas

La vida de Isabel no ha sido mejor, al alcohol sumó las drogas, como tantas otras personas como ella. “Yo bebía y después me metía dos tiros de coca para poder ir a trabajar y aguantar, conducía completamente ebria, llegando a acumular procesos judiciales que me llevaron a la cárcel, viví años con una persona que me maltrataba y la bebida era mi válvula de escape...”. Así, recuerda que llegó a la asociación “cuando ya no podía caer más bajo, tras sufrir un nuevo accidente de coche, ya no recuerdo cuantos tuve en total, siempre por conducir bebida, esa vez iba con mi hijo pequeño en el vehículo, ahí fue cuando dije, nunca más”.

 

También recuerda aquella vez que tras el siniestro en el hospital “les preguntaron a los agentes que me acompañaban si me hacían análisis para constatar el nivel de alcohol en sangre y el agente de la Guardia Civil que me acompañaba les dijo, no le hagan nada, bastante ha tenido con no haberse matado... en esos momentos te sientes tan miserable...”. En su caso, aquel último accidente la salvó de algún modo, y la convirtió en una persona diferente, comprometida por ayudar a otros como ella, sin olvidar lo que es; una alcohólica que puede recaer en cualquier momento si no lograr gestionar bien su día a día.


En la entidad no hay psicólogos, ni médicos o terapeutas, ya que por sus consultas han pasado la gran mayoría de los usuarios (en el caso de Isabel casi tres décadas de tratamientos psiquiátricos). En el centro 24 horas solo hallarán a otros alcohólicos como ellos que llevan tiempo sin beber y recuperan sus vidas o están en vías de hacerlo. Escuchando sus historias, solo así, quienes llegan allí se sienten fuertes, logran visibilizar su propio problema a través de ellos y se vuelven a hacer dueños de sí mismos poco a poco. No necesitan más, tal vez el respeto de quienes no los ven como enfermos, pero lo son. 

La dura historia de Isabel y Manuel, dos ferrolanos a los que el alcohol les cambió la vida

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