Ala vista del desarrollo de las sesiones de control al Gobierno se revela la clarividencia que asistía al filósofo cuando dejó escrito que todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía. Desconozco si Pedro Sánchez leyó alguna vez a Ortega y Gasset, pero a juzgar por la contumacia con la que elude responder a las preguntas que le formulan desde la oposición se diría que sus reiteradas negativas a contestar y ceñirse a las cuestiones que le plantean obedece a una táctica encaminada a vaciar de sentido las mencionadas sesiones de control.
Si el líder de la oposición pregunta –pongo por caso– qué piensa hcer el Gobierno para obligar a la Generalidad de Cataluña a cumplir la sentencia que obliga a impartir en los colegios de aquella comunidad un 25% de las asignaturas en castellano, el Presidente elude una respuesta concreta y se limita a decir que el Gobierno hará cumplir el fallo judicial, pero no dice cómo. Tampoco responde a otra pregunta de Pablo Casado sobre el caso del niño de Canet de Mar cuya familia está siendo acosada por grupos de separatista radicales.
Sánchez es así. Le preguntan cómo piensa cumplir su promesa de bajar el precio del recibo de la luz y responde que lo que tiene que hacer el Partido Popular es avenirse a renovar el Consejo del Poder Judicial. Y, si a través de otra pregunta, Casado pretendía esclarecer sí el Gobierno estaba al tanto de la virulencia y el riesgo que comportaba la presencia del covid 19 –detectada ya en el mes de febrero, según confesión de la vicepresidenta Yolanda Díaz–, Sánchez tampoco responde.
Así las cosas cabría preguntarse qué sentido tiene mantener este tipo de sesiones parlamentarias que únicamente aparejan frustración y abren la puerta a la melancolía porque aportan la evidencia de que el cinismo y la falta de escrúpulos se han impuesto en la forma de gobernar nuestro país.