Por supuesto que estamos en contra la violencia machista, la duda ofende. Y si hace falta nos ponemos el lazo morado en la solapa o salimos a la calle del ganchete de alguna amiga a manifestarnos un rato. Luego ya volvemos a nuestra vida normal, esa en la que esperamos no tener nunca sospechas de que alguien que conozcamos esté viviendo ese infierno. No solo por la víctima sino porque nos veríamos en la encrucijada de mirar hacia otro lado o hacer algo. Sin que nos los pidan. Sin saber si nos estamos metiendo donde no nos llaman. De cabeza a las complicaciones. Y tampoco es que tengamos madera de salvavidas. Y ya nos llega con nuestros propios problemas. Mejor pensar que todo va bien y guardar el lazo para el año que viene.