La Cumbre del Clima de Glasgow lleva el mismo camino que todas sus predecesoras. Grandes declaraciones al principio del encuentro y un pírrico documento, sin compromiso alguno, cuando se cierre. Sin embargo, tal vez lo más patético de esta reunión haya sido ver a Francia, por un lado, y a Alemania, por el otro, pretender convencernos de que la energía nuclear, en el caso de los galos, y el gas natural, en el de los teutones, son energías verdes. Una pena que ambas sean consideradas por los expertos como “sucias” por provocar afecciones ambientales significativas.