Había quien confundía el voley playa con algún tipo de espectáculo para el público masculino y se pegaba al televisor dispuesto a disfrutar con el contorsionismo de las jugadoras, de las que jamás supo nombre o siquiera nacionalidad, pero a las que podían reconocer, por ejemplo, por los lunares. Hasta ahora, que por fin alguien ha tenido a bien entender que en el deporte lo que debería potenciarse no es el aspecto físico y ha decidido que los bikinis dejen de ser obligatorios. Es probable que se pierda audiencia en las retransmisiones del voley playa, pero seguro que se ganará en respeto. Mal que le pese a más de uno.