La ONU cifró ayer en cinco millones el número de personas que han muerto en el mundo por culpa del coronavirus. Este anuncio coincide en el tiempo con un repunte en el número de casos al que España (y Galicia en menor medida) tampoco son ajenas. De hecho, hay expertos que hablan de una posible nueva ola, propiciada, en buena medida, por la relajación en las medidas de autocontrol sanitario que podemos ver cada día en la calle. Las mascarillas parecen ya un objeto olvidado para algunos y en las zonas turísticas, el desmadre es todavía mayor. Tampoco ayuda la irresponsabilidad de unos cuantos que buscan cualquier excusa para lanzarse a la fiesta. Cinco mil jóvenes tuvieron que ser desalojados de un macrobotellón en Vigo. Cinco horas tardaron los agentes en disolver a una multitud que lo que demostró claramente es su falta de respeto hacia la salud de los demás. Pero es que este fenómeno no es exclusivo de España. En Rusia, el Gobierno decidió dar una semana de vacaciones a los ciudadanos para que se confinaran y se registró un récord de movimiento de personas. En el fondo, somos todos iguales.