Si algo confiere sentido a la llamada “globalidad”, con sus consabidos desafíos, es la existencia de un leviatán “global”. Una autoridad que, al igual que el clima y otros fenómenos naturales, no reconozca fronteras. Esa autoridad no existe ni parece que vaya a existir en los plazos apremiantes que se ciernen sobre la salud del planeta.
También se ha hecho global la palabrería utilizada para aparentar que nos tomamos en serio la amenaza. Aparece en las cumbres mundiales del clima que, a falta de un verdadero leviatán, marcan objetivos y suscitan compromisos que se olvidan cuando los delegados vuelven a sus países, de modo que, si se trata del saneamiento de la atmósfera, que es común, la marca territorial frena los objetivos señalados y su teórica vocación medioambiental. A la hora de la verdad, todos los países se vuelven muy celosos en la preservación de sus respectivas jurisdicciones.
Mas allá de los diagnósticos y la solemne declaración de objetivos que con seguridad van a salir de la Cumbre Mundial del Clima, la cita internacional de Glasgow pasará a la historia como una farsa global más. En ese caso, el enésimo fracaso de la comunidad internacional en su indolente guerra contra las abusivas emisiones de gases contaminantes.
Ningún esfuerzo cuesta a los países más industrializados del mundo firmar un papel comprometido con la voluntad de limitar el calentamiento del planeta a no más de 1,5 grados al finales del siglo XXI, según la marca establecida en la reciente reunión del G-20 en Roma. Es más o menos lo que se venía diciendo desde la emblemática cumbre de París (2015), con la única diferencia de que en esta ocasión se han apuntado al compromiso países como India, Rusia y China.
Procede actualizar el salmo cervantino invocado por Sánchez en el reciente congreso federal del PSOE: “Trabajemos para que nuestros hechos se ajusten a nuestras palabras”. El mismo que ha utilizado el presidente de la cumbre de Glasgow, Alok Sharma: “Es necesario acortar el bache entre los compromisos y las acciones reales”.
¿Qué país entre los poderosos del tablero dejará la geopolítica en la puerta de las negociaciones, como ha pedido Sharma? ¿Qué país reducirá de verdad sus emisiones si eso recorta su influencia, diga lo que diga en esos foros mediáticos donde se dice mucho y se hace poco?
Vivir solo de las energías renovables, hacer masivo el uso del transporte público, acabar con los combustibles fósiles, reducir al máximo el uso del avión, etc., son pasos adelante en materia ecológica, pero también pasos atrás en las batallas de poder que libran las grandes potencias económicas.
Nada que hacer si no se ponen de acuerdo o, aunque se pongan, luego no reman juntas a la hora de cumplir y hacer cumplir los grandes objetivos de cumbres climáticas como la de Glasgow.