Una obsesión

Descentralizar el poder a través del traslado de las sedes de algunas de las instituciones o de otros organismos residenciados en la capital de España, en esencia, no es una mala idea. Pero hasta las buenas ideas pueden acabar siendo negativas por obra del sectarismo político.


No descubre ningún secreto decir que desde antes y sobre todo después del resultado de las elecciones autonómicas celebradas en Madrid el pasado 4 de Mayo, Pedro Sánchez no ha digerido el batacazo que se llevó el PSOE en las urnas. Persiste en el error que cometió al dejarse llevar a la confrontación directa con Isabel Díaz Ayuso y se diría que lo ha interiorizado poco menos que como una humillación personal. No son infrecuentes las iniciativas del Gobierno que parecen dictada por esa fijación.


La última ha sido anunciar un nebuloso proyecto de descentralización sin concretar su alcance y las instituciones afectadas. Pero lo que dijo y cómo lo dijo en un discurso pronunciado en un acto político celebrado en Ponferrada, sonaba a eso, a perjudicar a Madrid. Lo cual no es nuevo porque en una situación de asimetría evidente también La Moncloa y la Puerta del Sol (sede de la Presidencia madrileña) mantienen un pulso soterrado. Que viene de atrás y pudimos ver con las medidas dictadas durante la pandemia frente a las que la Comunidad de Madrid prácticamente se declaró insumisa. Siguió después con la política de impuestos o con la polémica oficina del español --iniciativa de Ayuso-- que ha dado pie a una réplica por parte del Gobierno impulsando algo similar en La Rioja: “El español, valle del idioma”.


Ignoro sí detrás de todo esto hay una estrategia para ningunear a Pablo Casado, líder nacional del PP, o es fruto de una obcecación de Sánchez que, obsesionado con Madrid, ha conseguido entronizar políticamente a Isabel Díaz Ayuso pero todo indica que la historia continuará.

Una obsesión

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