Los políticos tendrían que dejar de hacer el imbécil de una vez. Cada vez son más los ciudadanos que piensan que el Congreso, por ejemplo, se podría cerrar. Bastaría que fuera un representante de cada formación y que se votara de forma ponderada con los resultados obtenidos en las elecciones. Así nos ahorraríamos un pico en sueldos, dietas y demás extras que perciben sus señorías y, el resultado, en realidad, podría ser el mismo. Y evitaríamos el penoso espectáculo de ver cómo el presidente del Gobierno, en una demostración de su talante democrático, se somete al control de la oposición y si Pablo Casado le pregunta por el caso Ghali, las previsiones económicas y la detención de Puigdemont, le dice que los ciudadanos están cansados de la bronca y termina hablando de que tiene un proyecto para España. Un diálogo de besugos que resulta inaceptable en un estado democrático, por mucho que aquí lo repitan hasta la saciedad. FOTO: Pablo Casado, preguntando ayer en el Congreso a sánchez | aec