¿Optimismo o falta de realismo?

La vicepresidenta de Economía presentó el cuadro macroeconómico que acompañará a los presupuestos para 2022. En realidad, las previsiones de crecimiento no han variado. El PIB crecerá este año un 6,5%, un 7% en 2022, un 3,5% en 2023 y un 2,1% en 2024. El Gobierno cree, que la recuperación es muy positiva y que incluso se superarán los niveles precrisis en el inicio del próximo año. A todas luces, parece más voluntarismo que realismo. Por supuesto que la economía se está recuperando una vez que se han revertido las restricciones. Pero, el Ejecutivo parece olvidar la situación de miles de empresas y autónomos y, lo más importante, que la creación de empleo es básicamente temporal y pública. De hecho, gran pate de la recuperación se debe al gasto público y no a la actividad privada.


Cierto que la OCDE ha mejorado algo sus previsiones, pero aún así no prevé una recuperación medianamente importante hasta finales de 2022. La organización mundial señala claramente que esto será así, si se hacen reformas estructurales que den un impulso a la economía. Y no, precisamente, las tímidas y equivocadas reformas que el gobierno ha impulsado. El Ejecutivo tampoco ha tenido en cuenta para su categórica afirmación, el abultado volumen de deuda y déficit público y para cuya reducción no muestra ninguna intención ni plan. Ya sabemos que Calviño y Sánchez lo fían todo a los fondos europeos. Sin embargo, a estas alturas, apenas se han adjudicado el 20% de los mismos y veremos qué ocurre más adelante. Bruselas insiste en que España tiene que hacer reformas de calado en el Sistema Público de Pensiones y en el mercado laboral, y en los dos casos no sólo no hemos avanzado, sino que hemos retrocedido. La economía española ha vuelto a indexarse en el IPC y esto traerá más problemas a las cuentas públicas y a la actividad de empresas y familias.


No es el momento de optimismos vacíos y falsarios. No estamos bien y vamos a estar peor, ya que en el horizonte hay muchos problemas que pondrán en dificultades a los actores económicos y esto se notará en la inversión, el consumo y el empleo. La vicepresidenta, que ya ha dado sobradas muestras de su debilidad, debería ser bastante más cautelosa. Le han colado la subida del SMI, todo apunta a que le van a colar la reforma laboral y todo lo que Podemos exija para seguir manteniendo a Sánchez en La Moncloa. Nada hace pensar que va a poner por delante su dignidad. Igual dentro de 10 años, como Pedro Solbes, nos cuenta lo mal que lo hizo y su participación en una crisis que duró años.

¿Optimismo o falta de realismo?

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