A Marlaska, si monta un circo, le crecen los enanos fijo. Y es que el ministro de Interior no gana para disgustos. Tras el escándalo de la agresión homófoba falsa y la reunión, a toda prisa y corriendo, de la Comisión contra la Violencia, ahora le toca la denuncia que realizan los propios policías de pasividad ante el ataque que tras los actos de la Diada sufrieron instituciones del Estado, como la Jefatura de Policía de Barcelona. Estaba claro que tras la manifestación esos chavales de la estelada al cuello la iban a montar y, por supuesto, eso fue lo que hicieron. Pero resulta incomprensible el silencio que desde el Gobierno se guarda sobre estos sucesos. Se trata de no molestar a los socios, aunque para ello haya que dejar a los agentes desamparados.