Afganas

La OTAN ha vuelto a escribir en Afganistán un fracaso que se suma a los de Irak, Libia y Ucrania. En los dos primeros casos les invadimos para implantar el modelo occidental, y tras crear el caos nos largamos, con el escarnio añadido de ver a socios repartiendo apoyos a grupos rivales libios. En Ucrania movimos los hilos del golpe de estado de 2014, para ilegalizar a los partidos pro-rusos a pocos meses de las elecciones e instalarnos en Sebastopol; la réplica rusa es de todos conocida, y vivimos una versión suavizada de la guerra fría. Lo que más me duele de Afganistán son las mujeres que han sido educadas durante años en la creencia de que podrían elegir marido, o ganarse la vida con un trabajo remunerado, y ahora serán reintegradas en la esclavitud sexual salvo aquellas que acojamos, que nunca serán suficientes para compensar el daño hecho, pero siempre serán demasiadas para otros.

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