ABDERRAMÁN III era rubio y tenía los ojos azules. De haber nacido unos cuantos siglos más tarde hubiese podido formar parte de las SS sin problema. Pero nació en el 891 en Córdoba. Solo tenía un cuarto de sangre árabe, pero vivió toda su vida como un moro. Y bien que le vino a Córdoba, cuyo califato convirtió en uno de los Estados más poderosos de Occidente. Aficionado a la guerra, como lo eran casi todos los poderosos en aquel tiempo, llegó hasta el pueblo zaragozano de Cadrete, donde acampó y donde mandó construir un castillo que aún sigue en pie. La localidad reconoció tiempo después su mérito erigiendo un busto en su honor, pero el tal busto está desde hace unos días guardado en un almacén, pues el concejal de Urbanismo y primer teniente de alcalde, Jesús García Royo, de Vox, ordenó su retirada “por moro”. ¡Qué animal! Veremos si los Reyes Magos, que también venían de por allá, de la morería, le traen algo el próximo año. Por cierto, ¿qué será lo siguiente? ¿Derribar la Alhambra? Son capaces. FOTO: el busto de abderramán, antes de que volase | efe