Las palabras de Pedro Sánchez en el Senado diciendo que lamenta “profundamente” el suicidio de un preso etarra son de lo más desafortunado que se ha oído a un presidente del Gobierno en mucho tiempo. Quizá ha llegado desentrenado a las sesiones parlamentarias del nuevo curso o quizá no ha sabido medir las consecuencias de buscar una forma rápida de congraciarse con Bildu; en cualquier caso, su intento de humanización del terrorista y el evitar precisamente esa palabra, “terrorista”, al referirse a ETA y hablar solo de “la banda” han dolido, y mucho, a partidos políticos, a víctimas y a policías y guardias civiles. Entrar en el juego de Bildu puede que le sirva para aprobar los presupuestos, pero le hace perder enteros a ojos de (casi) todos los españoles. FOTO: pedro sánchez, en el senado | efe