EN política, ya se sabe, una cosa es lo que se dice y otra lo que se piensa. Pasa más o menos como en el fútbol. Allí es sufiente con que un presidente ratifique en el puesto a un entrenador para que se sepa que el preparador tiene los días contados. Y algo así le está pasando a Luis Villares, portavoz plenipotenciario de los en mareantes patrios, que ve cómo le siegan la hierba bajo los pies. Él insiste en que no será “un problema” para la continuidad del proyecto y que no se siente cuestionado, mientras el sector crítico afila los cuchillos preparando el asalto a la portavocía que podrán dar en la reunión del plenario de la formación que se celebra el próximo sábado 15 de julio. Ahora mismo tiene enfrente a los representantes de Podemos, a los de Esquerda Unida, a los de Marea Atlántica y hasta a un sector de Anova. Y, sin embargo, parece que el resto, muchos de ellos no adscritos, apoyan al exmagistrado, al que ni tan siquiera le han dado tiempo a hacerlo mal. ¿Tal vez será porque hay demasiados que aspiran a algún puesto político que les solucione la vida? FOTO: Luis Villares, en el parlamento de Galicia | AEC