El Gobierno local coruñés, ese que se autoproclama como el de a xente do común, descubrió que, precisamente esa xente do común le viene muy bien para llenar sus desbordadas arcas municipales (hay que tener en cuenta que no paran de recaudar, y como no gastan un duro en obras, pues eso, que ya no saben dónde guardar el dinero). Solo así se entiende el afán recaudatorio de las cámaras multadoras de La Marina, que se hincharon a sancionar a todo aquel pobre conductor que por despiste o por cierta caradura, se atrevía a pisar el delicado empedrado de la calle. Y son muchos los que creen que esta estrategia que tan pingües beneficios les reportó, será la que también se aplique en la Ciudad Vieja. Por el momento casi nadie cumple la norma porque no hay ni policías que controlen los ascensos. Y, seguro que el día menos pensado, alegando falta de civismo, el aparente pasotismo se convertirá en ansia multadora y serán muchos los que verán cómo su cartera adelgaza mientras la del concello engorda y engorda hasta la obesidad mórbida. Al tiempo. FOTO: Calle de la ciudad vieja, con coches al fondo | aec