Hay que reconocer que ni Carles Puigemont, ni Oriol Junqueras, ni ninguno de los suyos se habría imaginado en su peor pesadilla que su desafío secesionista iba a servir, además de para que esa mayoría silenciosa de catalanes que se sienten españoles tomaran las calles, para que todo un país perdiera la vergüenza a mostrar su bandera. Y es que los españoles somos unos seres atípicos, acomplejados de la enseña nacional, que queda relegada a los partidos de la selección y poco más. Sin embargo, el intento de independencia catalán ha servido para que en las calles de toda España (Cataluña incluída, por supuesto, se puedan ver las enseñas rojas y amarillas. Y, por si esto fuera poco, que un millón de personas tome las calles de Barcelona, de forma pacífica, para reivindicar su identidad nacional, es otro de los milagros que nadie o casi nadie se habría imaginado. Hasta se paseó en la marcha al ritmo de Manolo Escobar con su ¡Que viva España! Más de uno habrá pensado que estaba a las puertas del apocalipsis. FOTO: Las banderas de España se hicieron dueñas ayer de las calles de barcelona | efe