El efecto de la vagancia de los mareantes sigue aflorando

El efecto de la vagancia de los mareantes sigue aflorando

LAS paredes del palacio de María Pita son las menos locuaces de los edificios municipales de A Coruña, pero cuando se van del pico cuentan historias muy sabrosas. Ellas fueron las que desvelaron que la pseudopeletera Silvia Cameán, musa del sector pijo de la Marea nasía pa’ganá, se había ganado la condición de esperanza blanca de la xente do común al inicio del mandato en el que su formación paralizó la ciudad, porque una vez trabajó. Eran los tiempos en los que aún no disponía de calefacción en su despacho y de alguna manera tenía que combatir el frío. Después de las obras todo cambió. Ya no necesitaba esforzarse para entrar en calor, así que decidió no dar nunca más un palo al agua. Dicho y hecho, desde entonces no volvió a fatigarse nunca más. Y lo peor es que los efectos de esa entrega en cuerpo y alma al ocio aún perduran en el tiempo. Solo hay que pensar en las becas comedor, que no estarán concedidas cuando empiece el curso escolar, pues Cameán no inició la tramitación cuando era necesario. Está claro que su ilusión de recibir la Medalla al Mérito en el Trabajo se ha esfumado.  FOTO: claudia delso, iago martínez y silvia cameán, tres supervivientes del desastre de la marea | aec

El efecto de la vagancia de los mareantes sigue aflorando

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