No es normal que a uno lo condenen a trece años de cárcel y que unos cien días después de conocer esa sentencia ya esté en la calle. Tampoco es normal que alguien condenado por malversación dé clases de Economía a unos jóvenes universitarios. Y menos que, estando inhabilitado, ese mismo personaje, cobre un sueldo público. Pero esta es la anormalidad que los secesionistas catalanes han conseguido convertir en normalidad y a la que el resto de ciudadanos tenemos que asistir perplejos y, ojo, sin protestar si no queremos ser tachados de fascistas. Pues eso, viva la anormalidad. FOTO: Junqueras, llegando al trabajo con chófer | EFE