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Les han temblado las piernas. El miedo a que unas nuevas, obligadas e inminentes elecciones les privaran de la mayoría de que gozan y que las encuestas auguraban a la baja, ha forzado a los principales partidos independentistas catalanes –Esquerra Republicana (Junqueras) y Junts (Puigdemont) a llegar a un acuerdo para formar Gobierno. “Fumata blanca para un futuro negro”, se ha dicho y con toda razón desde tribunas de la propia comunidad autónoma. O “un Gobierno para el fracaso en Cataluña”.


El tema ha quedado fagocitado política y mediáticamente por la crisis hispano/marroquí. Pero así va a resultar. Después de un prolongado periodo de parálisis y desgobierno, el regreso a las urnas hubiera constituido una doble anomalía grave. Sin embargo, desafortunadamente para Cataluña y para el resto de España el pacto dista de configurar un horizonte esperanzador. Seguirán y seguiremos en el cansino, interminable e improductivo bucle que Artur Mas comenzó a articular con la Diada de 2012.


El “avance incansable para culminar el camino hacia la república catalana” ha quedado sobradamente reafirmado, cuando lo que Cataluña más bien precisaba y precisa es una gestión pragmática de los asuntos socioeconómicos, aparcar unilateralismos y rebajar la tensión soberanista. La comunidad lleva años perdiendo fuelle: las empresas ponen tierra por medio y se van; si en 2015-16 era la tercera en mayor crecimiento del PIB, a partir de 2017 ha caído a la undécima posición.


Inevitablemente se han recordado estos días aquellas declaraciones de varios dirigentes del proceso independentista ante el Tribunal Supremo que los juzgaba en el sentido de que todo aquello había sido una declaración política que no iba a tener consecuencias jurídicas. O la misma sentencia del alto tribunal, que redujo el “procés” a una “ensoñación” para presionar al Gobierno central en busca de un referéndum sobre el futuro de la comunidad. Pues no. Año tras año, etapa tras etapa, se confirma que la deriva soberanista sigue adelante.


Así las cosas, no sé con qué valor se va a adentrar Pedro Sánchez en el abordaje de la llamada “agenda catalana”, indultos y/o amnistías incluidos. Porque esa es otra: el alto e imposible listón con que se va a topar el Gobierno de España, con su presidente a la cabeza, cuando éste se apreste a retomar, como pretende, la mesa de diálogo. ¿Hasta dónde va a poder llegar?


Aseguran los cronistas madrileños que en Moncloa/Ferraz han acogido el acuerdo con cierto alivio, sobre todo por entender que ahora podrán negociar con más estabilidad con su aliado clave en el Congreso cual es ERC y asentar así la legislatura. Es de suponer que Junts vigilará muy de cerca tales conversaciones. Y no habrá que olvidar que se mantiene el compromiso adquirido ante la CUP de someterse a una moción de confianza a mitad de legislatura. Toda una comprometida reválida

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