Moncloa y el abismo catalán

Hace pocas semanas, en Moncloa se frotaban las manos. Hicieron que el ministro de Sanidad dejara sus responsabilidades, en uno de los peores momentos de la pandemia, y se fuera a Cataluña para “ganar” las elecciones y formar un Gobierno con ERC y Podemos. Con ello, ERC no tendría más remedio que apoyarles en Madrid. El indulto a los políticos presos sería la llave para cambiar la situación. Con el apoyo del PNV y de Bildu se garantizaban otros socios seguros. Al mismo tiempo, iniciaban la “operación Arrimadas”, para descabalgar al PP en comunidades y ayuntamientos. Otra jugada maestra de Iván Redondo.


Las cosas no salieron como pensaban. No ganó Illa en Cataluña, sino que lo hizo ERC y, al no necesitar al PSC, puede romper el acuerdo en Madrid cuando le dé la gana. El aliado se convierte en rival incómodo. Además, el PP se movió y frustró las mociones de censura en Murcia, Castilla y León y Andalucía y Díaz Ayuso se les adelantó y convocó elecciones. Además, Iglesias se fue del Gobierno con nocturnidad y alevosía y ahora Sánchez le tendrá incordiando desde fuera. A eso se ha sumado el caso Plus Ultra. La destitución de Pérez de los Cobos, revocada por los tribunales; la patada en la puerta contra las fiestas ilegales y no contra los okupas; el masivo acercamiento de presos etarras; y la cinta de correr para su casa pagada por el Ministerio son algunas cuestiones por las que, de no dimitir, Grande Marlaska debería haber sido destituido.


En ese contexto, la solución al “problema catalán” parece más lejana que nunca. Puigdemont ha impedido la investidura de Aragonés, cuyo único aliado ha sido la CUP. Ahora, o ERC acepta que Puigdemont sea el emperador de la imposible república catalán y que el independentismo tenga una sola voz en Cataluña y Madrid o los catalanes tendrán que volver a las urnas. Seguramente para nada.


Lo peor de todo es que la economía catalana se ralentiza, las más de 6.000 empresas que se fueron tras el 1-O no han vuelto, las inversiones extranjeras buscan otros lugares y la violencia ha vuelto a las calles. 


Cataluña ya no es la locomotora de España ni la región con mayor crecimiento del PIB, ni la líder en innovación. Cataluña, a la que Europa margina e ignora, está en clara decadencia desde que Mas inició el camino hacia la independencia y más tras los gobiernos de Puigdemont, Torra y Aragonès que han fomentado la división en dos bloques y la marginación de uno de ellos. Camina hacia un abismo político, social y económico y quien paga eso son sus ciudadanos, aunque éstos son también responsables de lo que está sucediendo. Por acción y por omisión. La Pascua es tiempo de esperanza. Alguien debería hacer algo para devolvérnosla. 

Moncloa y el abismo catalán

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