Miró, en la Fundación Barrié

Dentro de su línea de exponer figuras clave de la historia del arte, la Fundación Barrié ofrece la muestra “Miró, una colección” que recoge 40 obras que la Fundación MAPFRE alberga en su Espacio Miró, más siete de otras colecciones,. Se trata de creaciones de las últimas décadas, en las que retoma temas anteriores, como constelaciones, mujeres, pájaros, estrellas..., pero reinventándolos a través de un lenguaje plástico abierto a inéditas configuraciones. En él, sin dejar de estar presente la reconocible marca Miró, se abre a continuas metamorfosis formales, a una gestualidad libre que da origen a poderosos grafismos en los que las líneas curvas y ondulantes tienen un gran protagonismo, así como toda una pléyade de signos esquemáticos que pueden recordar astros, ojos, giros de aves en el espacio o contornos antropomorfos. 


En todos ellos, generalmente, estable un diálogo entre el espacio ilimitado y esas formas viajeras que parecen moverse por él al impulso de fuerzas insoslayables, al mismo tiempo que sus contornos se modifican aleatoriamente. Que los llame pájaros, mujeres o estrellas es casi indiferente, puesto que el parecido con la realidad nombrada es casi siempre remoto y lo que apreciamos son caligrafías o pictogramas que traen reminiscencias de arcaicas insculturas, de los jeroglifos o de la escritura oriental. 


Así, por ejemplo, el cuadro de 1969, que titula “Mujeres y pájaros III” ostenta en su centro un gran 8 de líneas blancas sobre negro, que recuerda el símbolo del infinito y alrededor del cual pululan otros grafismos negros. Se trata de criaturas nacidas del gesto, un tanto en la línea del informalismo y que, según confesaba el propio Miró, en entrevista de 1948, aparecen cuando empieza a pintar, pero que luego somete a una elaboración más controlada. Se podría decir que son imágenes que acceden a su mano desde el inconsciente –según los preceptos surrealistas de los que fue afín– y que él traslada al lienzo para que dejen el sello de su extrañeza. Y esto es lo extraordinario: la marca Miró, el lenguaje Miró, está siempre presente; contribuyen a él la forma de armonizar la reducida gama de color, con los primarios rojo, azul y amarillo siempre presentes, leves y puntuales toques de verde y el maravilloso imperio del negro que sirve para perfilar o para crear campos de poderosa energía oscura, como es visible en el gran lienzo de 1969 “Pájaros en un paisaje”, una de sus obras maestras, en la que casi todo el cuadro está invadido por una gran masa negra, en la que podríamos ver un simbolismo de la noche oscura, pero también del más profundo e indescifrable misterio, en la esquina superior de esa masa sin fisuras se abre, como desde el fondo de la cueva platónica, un espacio blanco-grisáceo, al que se asoman dos criaturas negras (los pájaros) y un enorme astro rojo con pequeño semicírculo amarillo en la punta; Con imágenes tan potentes, Miró “ ...ha devuelto al arte una simplicidad resuelta y genuina” , como dice José Mateos en su ensayo “Pintura y escultura del siglo XX”.

Miró, en la Fundación Barrié

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