Por las hijas del mañana (y II)

Porque estamos hartos de que los periódicos lleguen a casa manchados de sangre y de que haya quien proponga derogar la ley de violencia de género o culpe, hasta en estas barbaridades, a la víctima y no al agresor.


En este sentido, me gustaría mencionar también algunos mantras que desgraciadamente se han extendido en esta época, que tratan de desvincular el carácter machista de la violencia machista, alegando que se trata simplemente de violencia y que procede simplemente de psicópatas. Y sí, es cierto que quienes cometen estos crímenes son unos psicópatas violentos. Pero son unos psicópatas que descargan su ira sobre mujeres por todo el territorio, en numerosas ocasiones cada año. Y resulta que lo hacen en 

un contexto social concreto que obviamente les condiciona.


Si en EEUU han muerto tantos negros a manos de blancos, es evidente que esto se ha producido por la falta de humanidad de ciertos blancos, pero también es evidente que dichos blancos han actuado así como peones de un tablero prediseñado y preconfigurado que los impulsa y que los mueve en el subconsciente. Así que hablar de violencia de género es hablar de una violencia que tiene distintos grados de intensidad, pero que se nutre de una realidad cultural material y tangible, que nos invade a todos. En estos tiempos que corren, algunos se hacen la víctima y piden el socorro ante la llegada del final de los hombres. Permítanme que me ría. Otros, ya están hartos de escuchar la palabra feminismo, pero el machismo en cambio no les molesta tanto. Permítanme que me averguenze. Y, por último, hay quien directamente niega la existencia del machismo, y estigmatiza al feminismo, como ha pasado con tantos otros amplios movimientos populares (he ahí el 15M), definiendo las ideas de millones y millones de mujeres a través de dos o tres acontecimientos puntuales. Permítanme que les llame cobardes.


Al margen de esto, es la obligación moral de todos los hombres comprometidos con la igualdad y con una sociedad más justa, que tomemos real conciencia de lo que están sufriendo muchas mujeres, para no caer nunca en comportamientos indecentes, y que acompañemos a las protagonistas de esta historia. A las luchadoras que merecen vivir con aires de paz y tranquilidad de una vez por todas, y llevan demasiado tiempo sin saber lo que eso significa. Porque por encima de todo, el ser humano se encontrará a sí mismo y alcanzará el mayor grado de prosperidad, cuando entienda que es social por naturaleza y que la única forma de avanzar es caminando juntos. Caminando con personas de otro sexo, de otra raza, de otra orientación sexual, de otra religión o de otra ideología política. Pero, al fin y al cabo, con personas. 


Hagámoslo por las hijas del mañana. Para dejarles un mundo mejor en el que vivir, con unas normas de juego definitivamente iguales para todos.

Por las hijas del mañana (y II)

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