El abrazo de la vida

elataba en la tele un miembro de una ONG, las vicisitudes de salvar  (creo que en Mali), niños abandonados a su suerte, incluidos quienes fueron obligados a ser  soldados en guerras, para alimentarlos, escolarizarlos, cuidar su salud, enseñarles francés y darles formación profesional, y hacerlos libres. Decía el hombre, que con tres euros se les podía alimentar casi dos semanas, y como obtenían financiación para cumplir estos objetivos. Una acción loable. Y ahora vamos al tema de fondo. Desde que la ONU propuso a los países desarrollados, hace treinta años, que destinaran el 0,7% de su PIB, como ayuda a otros en vías de desarrollo, ni cristo lo ha cumplido. La UE llega, como máximo, al 0,5%, y el caso de España es escandaloso. En 2017 era del 0,3%, y tras varias subidas, hoy es el 0,417. Si no fuera por aportaciones ciudadanas, muchos adultos, y sobre todo niños, pringarían como campeones disfrutando de la miseria, enfermedades, hambre, ablaciones, incultura y muerte. Envío  mi gratitud, a todos aquellos particulares que contribuyen con si esfuerzo personal y dinero, a salvar niños. Un abrazo.    

El abrazo de la vida

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