Estaremos solas

Podemos sentir rabia, indignación, pena, impotencia, desamparo, miedo, terror, asco. Podemos incluso llorar, protestar, maldecir, manifestarnos, concentrarnos, bajar las banderas a media asta. Podemos convocar y sumarnos a minutos de silencio, compadecer, intentar ponernos en la piel, tener incluso la certeza de que podemos ser una más o lo que realmente nos despedaza el alma es el cruel pensamiento de que nuestras hijas puedan ser también un relleno de una columna de periódico. Podemos buscar respuestas, condenas, linchamientos e incluso maldecir a sus madres, que pobre de ellas si llegaran a predecir el futuro, no me cabe duda que apretarían las piernas al parir. Podemos expresar nuestro dolor compartiendo textos en las redes sociales, escribir poemas, componer canciones y crear altares espontáneos con flores y velas. Podemos seguir con nauseas en el cuerpo por los medios, los detalles escabrosos, la poca suerte y escuchar que siempre se llega tarde. Podemos preguntarnos una y dos mil veces el porqué de esas muertes que ya nos despiertan casi cada día. Podemos incluso desear ser superhéroes con el poder justiciero de entrar en las cárceles y arrancarles nosotros mismos las entrañas. Podemos desear tener los brazos inmensos para acoger las lágrimas de las otras víctimas, las que se quedan a solas con su incomprensión, sin psicólogos suficientes para que entiendan que aquellos que debían protegerlos, se han autodestruido con puñales, cuerdas, puñetazos, y sus retinas tienen ahora el aroma de la sangre. Podemos erigirnos como educadores, detectives privados buscando señales en nuestro entorno que delaten al futuro maltratador y posterior asesino. Podemos caminar con miedo a enamorarnos de nuevo de cualquier hombre que no sepamos su vida pasada o buscando indicios de machismo quizás donde no los haya. Podemos culpar a la mujer que no denuncia, al juez que no los detiene, al vecino que alertó tarde, al hombre que iba por nuestro barrio con su disfraz de cordero. Podemos incluso en las culturas más arcaicas y retrógradas ponerle la culpa a ella porque “algo haría”. Podemos de nuevo quedarnos con la amarga sensación de que se pudo haber evitado e intentar vivir con ello. Podemos comenzar a educar, a dar ejemplo, alzar las voces, recoger firmas, invadir los colegios y los hogares con charlas de prevención. Pero siempre estaremos solas, hasta que la sociedad entera no se implique hasta la médula. Estaremos solas mientras no se decrete un pacto de estado y sean declarados y juzgados como terroristas contra la paz de una sociedad que busca a pasos agigantados la paz dentro del seno familiar y la libertad de las mujeres a decir: Hasta aquí hemos llegado. Por ellas.

Estaremos solas

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