Bowie o Ziggy nos introdujo siempre en la modernidad en los cambios que la vida nos va dando. Él era un mutante, alguien que cambiaba continuamente, un artista desconcertante muchas veces, como su ambigüedad sexual. Bowie es un inventor se sonidos y de gestos. Desde la caída y ascensión de su personaje hasta su elegancia en Héroes, sus viajes a las estrellas y sus aterrizajes en la tierra, todo en él es glamuroso, incluso ahora con su forma de afrontar su enfermedad y muerte, su último disco y esa canción Lazarus como si todavía pensase resucitar. Y no es acaso eso la vida resucitar continuamente de nuestras cenizas. Bowie nos saluda desde una terraza de un rascacielos con sus dedos en la frente, diciéndonos: “Hasta luego”, como yéndose a dormir. “Black Star”, la última estrella negra, llena de guiños a la muerte, nos deja cenizas que se interpretan a sí mismas como una danza interminable, aquella que le enseñó Lindsay Kemp.Ziggy disfrazado para morirse, para realizar su último baile y así dibujar otro gesto elegante en el aire.