Cinco días le ha durado al nuevo alcalde, Martínez Almeida, su medida estrella de revertir “Madrid Central”. Mas le hubiera valido subirse el sueldo como han hecho otros colegas nada más recibir el bastón de mando. Es verdad que era una promesa electoral, pero, teniendo en cuenta la larga tradición de que los programas son papel mojado, habría sido preferible aplicar la prudencia, creando la socorrida comisión de estudio para la mejora de la restricción de tráfico. Debió escuchar a alguien tan próximo como Arias Cañete, quien se vio obligado a salir desde Bruselas advirtiendo que la UE no bromea con los límites tolerados de contaminación y que la multa millonaria podía caer en cualquier momento. Es bastante humillante que tenga que ser un juez el que te obligue a poner multas donde tu habías dado carta blanca. Por si fuera poco, su flamante vicealcaldesa, Begoña Villacís, se había hartado de contar a los medios de comunicación que Madrid Central no iba a desaparecer, solo a mejorar. Lo que evidencia una total descoordinación en el equipo de gobierno de la Plaza de Cibeles. El numero uno hace algo que desmiente el número dos. ¡Vaya estreno!
Es verdad que no hay párkings en las entradas a Madrid, es verdad que el sistema de multas, ideado por el anterior Consistorio, era un desastre, pero lo cierto y comprobado es que la contaminación había descendido en la zona y aledaños. El único medidor de partículas, que está en la Plaza del Carmen, reflejó en el mes de abril los datos de contaminación más bajos de la última década. Y que ahora, en pleno julio, sin colegios, han subido tras la apertura al tráfico de Madrid Central. Conviene recordar al enérgico regidor madrileño que su llegada al cargo fue fruto de una larga y complicada negociación, donde VOX se ha sentido engañado, y cuyas consecuencias están pagando ahora los candidatos, también de su partido, de Murcia y la Comunidad de Madrid. En ese juego de Ciudadanos de: “no me siento contigo pero acepto tus votos para mandar”, no se dieron por enterados de que Almeida había ofrecido a la ultraderecha incluso concejalías. Por escrito. De esos barros estos lodos: ahora Díaz Ayuso y Aguado están sudando sangre para tocar poder. Incluso Villacís, tan reticente, ya acepta el subterfugio de las llamadas “concejalías delegadas”. Suponemos que no será la que se ocupe de la defensa de los derechos y libertades del colectivo LGTBI a los que quieren mandar a la Casa de Campo.