Decía el poeta inglés, Alexander Pope, que el que dice una mentira no sabe que tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de la primera.
En estos tiempos la mentira es una moneda de curso legal en la clase política que defiende el establishment. Nos dijeron por activa y por pasiva que la globalización, el neoliberalismo y los TLC eran nuestra salvación. Pero nunca entraron en detalles, sólo nos hablaron –y nos siguen hablando– de generalidades. Aunque ahora sus promotores y adláteres están muy preocupados, tanto, que han ordenado a sus polichinelas mediáticos arreciar las campañas contra cualquier partido o líder que se oponga a su “magno” proyecto.
Hay que subrayar que la globalización no tendría porque ser necesariamente negativa, lo que la hace destructiva es como está planteada, que es desde una perspectiva depredadora en la cual quieren imponer las normas del Kalahari, que es la ley del más fuerte. Y es la que de verdad le interesa a los grandes emporios multinacionales. La realidad es que un sistema de tales características conduce a los países desarrollados al desastre y no minimiza la pobreza en los subdesarrollados. La globalización ya nos está pasando factura, pues está creando más desempleo, más salarios de miseria, en definitiva, está creando más pobreza. El modelo que se está aplicando es demasiado brutal, además de ser inmoral.
Curiosamente, los políticos que apoyan la globalización son los que han conducido a la UE a la irrelevancia. Son los mismos que han aceptado que un ex presidente de la Comisión Europea, el señor Duräo Barroso, sea fichado por Goldman Sachs; son los que bendicen la existencia de paraísos fiscales en la propia Europa; son los que despilfarran nuestros recursos para subvencionar revueltas geopolíticas en otros países; son los que promueven intervenciones en el exterior disfrazadas de humanitarias y que crean decenas de miles de refugiados; son los que impulsan las políticas cínicas del doble rasero, en resumen, son los que con sus acciones promueven los actos de irresponsabilidad y el caos político en el continente.
Existe un encanallamiento en la clase política nunca antes visto, algo sin precedentes. La conducta de algunos representantes electos, además de cínica e hipócrita es deficitaria, incluso incendiaria en muchos casos Y esa es la causa –una de tantas– por la cual los ciudadanos europeos empiezan a rechazar los políticos y los partidos que han representado al sistema durante los últimos sesenta años. Los avances de la extrema derecha en Europa nos muestran ese rechazo.
La realidad es que el ciudadano de a pie contempla tantas mentiras, tanta farsa y tanto engaño que se siente frustrado, decepcionado, ninguneado, siente la extraña sensación de que sus representantes se parecen más a los bucaneros del siglo XVIII que a personas serias y honestas que deberían estar comprometidas en la defensa del bien común; parece ser que ese bien es cada día menos común, que pertenece única y exclusivamente a un pequeño grupo.
La mentira se ha convertido en una parte importante de la política. Además, las élites ni siquiera se inmutan cuando tienen que cambiarla, modificarla o ajustarla, incluso venderla si es necesario, pues al igual que las deudas también se vende y se compra. La mentira sufre modificaciones, evoluciona, es decir, cuando se descubre el engaño sus autores fabrican una especie de “versión.2”, la cual modifica la trama original.
Eso significa que la verdad verdadera, como dice un amigo, pocas veces sale a la luz. A una mentira se le superpone otra y otra. Y así es como funcionan los negociados políticos en estos tiempos postmodernos.
La globalización y la degradación de la democracia están provocando una reacción en cadena, que se expresa en los movimientos políticos populistas. Tales movimientos –tanto por la derecha como por la izquierda– forman parte de una gran resistencia ciudadana que se opone a las élites globalizadoras. Ello nos obliga a pensar que se aproximan cambios importantes. Los indicadores empiezan a encenderse.