Escucho estos días comentarios con una pregunta cargada de crítica: ¿Quién es el autor de la ocurrencia de celebrar el próximo viernes el Consejo de Ministros en Barcelona? En la pregunta va explicita la inconveniencia de que el Gobierno pueda reunirse en Barcelona.
No puedo estar más en desacuerdo con esa crítica. A mí me parece bien que el Gobierno pueda reunirse en cualquier ciudad española, sea Barcelona, Sevilla, Albacete o Badajoz. Tanto da.
Renunciar a celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona es dar por hecho que es una anomalía y eso si que no es aceptable.
Es evidente que Joaquín Torra tiene la obligación a través de los Mossos de garantizar que el Consejo de Ministros se celebre con total normalidad. Y también es evidente que el señor Torra no puede por un lado decir que garantizará la seguridad del Gobierno pero al mismo tiempo azuzar a los grupos independentistas de los Comités de Defensa de la República a campar a sus anchas.
Así que será responsabilidad de Torra y de su gobierno y solo de ellos lo que pueda suceder el próximo viernes en Barcelona.
Y se juega mucho Torra. Se juega que si hay violencia, a Pedro Sánchez le resulte muy difícil seguir tendiéndole la mano y seguir intentando la vía del diálogo como vehículo para afrontar las desavenencias existentes.
Si Joaquim Torra y Carles Puigdemont y el resto de los líderes independentistas fueran inteligentes se darían cuenta de lo evidente y es que para ellos es mejor que sea el PSOE quién gobierne porque siempre podrán encontrar una vía abierta al diálogo mientras que si es el PP o Ciudadanos quién estuvieran al frente del Gobierno de España, esa vía sería mucho más difícil o acaso imposible.
Tanto Pablo Casado como Albert Rivera vienen insistiendo al Gobierno de que aplique ya en Cataluña el artículo 155 de la Constitución y me parece a mí que si ellos llegaran a gobernar no les temblaría la mano.
Sánchez se está jugando mucho. Muchísimo. Precisamente por mantener esa mano tendida a los independentistas catalanes ya que en el resto de España hay un cansancio evidente ante los desafíos de Puigdemont, Torra y compañía.
No sé si Torra y Puigedemont creen que en esta coyuntura les va a salir bien aplicar la máxima leninista de cuanto peor mejor, o simplemente es que su obcecación y fanatismos les lleva a cegar su única puerta de salida que es Pedro Sánchez.
Es Torra quién más se juega el viernes en Barcelona. Él sabrá.