Desgobierno de coalición

Consejos vendo y para mí no tengo. Algunas fuentes explican que el conocido refrán evoca  a  un pájaro estepario de colores discretos que en horas crepusculares y época de cría emite un característico reclamo a modo de aviso a otras aves ante la presencia de un peligro; emergencia que él no toma en consideración y por lo que en ella perece.  

Es, por analogía, lo que  cabe aplicar a Pedro Sánchez: lleva un par de años instando a la unidad, a arrimar entre todos el hombro, a acudir a sus señuelos como tabla única de salvación, pero preside el Gobierno más desunido que por estos lares se ha conocido. O mejor, desgobierno. Tampoco predica con el ejemplo.

En estos momentos se le amontonan no pocas controversias, en especial con el llamado sector podemita del Ejecutivo. Y en temas de trascendencia: pensiones, salario mínimo, reforma laboral, desahucios, cortes de suministros para personas vulnerables, secesión territorial, indulto a los presos catalanes, política internacional (Sahara / Marruecos). 

Y no hablemos de la ofensiva sobre la Monarquía, con ese su último increíble episodio del  video contra la institución, emitido por TVE –otro cómplice- en hora de mayor audiencia y en el que se comparaba a la familia real con la mafia.

No son pocos los observadores que estiman que la coalición vive sus peores momentos desde que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se dieron los primeros abrazos hace casi un año por estas fechas. La “voz única” de los tiempos de la euforia con que iban a hablar y actuar está siendo  desmentida con rotundidad por los hechos.

Manejar un Gobierno de coalición no debe de ser  fácil, porque con el largo curso de los días van surgiendo cuestiones de difícil previsión. Doy por bueno, además,  que hay pactos  viables en un momento determinado, pero más tarde no recomendables para ser llevados a su debido cumplimiento.

No obstante,  cuando se trata de un proceso convulso desde su mismo comienzo, como es el caso, quiere decir que se llegó a él sin los más elementales deberes hechos. Aquello fue, en efecto,  un acuerdo sustanciado deprisa y corriendo, sin haber cerrado debidamente no sólo la letra pequeña de los  temas a consensuar, sino ni siquiera la grande de los mismos. Corría prisa por darlo por hecho y por abortar así posibles alternativas. 

El caso es que las batallas internas se intensifican, con el agravante de que una de las dos partes –hasta ahora siempre Podemos- tiene interés en que salgan a la luz. ¿Y así hasta cuándo? Hay toda clase de pronósticos al respecto. Quienes pasan por más realistas entienden que entre socialistas y comunistas no existe la más mínima coincidencia –yo no diría tanto- y que, por tanto, terminarán saltando todas las costuras. 

¿Más pronto que tarde? El tiempo lo irá diciendo. En todo caso, la factura del desgobierno la están pagando ya los ciudadanos. 

Desgobierno de coalición

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