El cuento interminable

Lo de Cataluña es como aquel cuento de “la buena pipa “que nuestros padres nos contaban en la infancia y que nos sacaba de quicio. No terminaba nunca y cuando preguntabas volvía a empezar y así hasta el hartazgo. Nadie entendió a Puigdemont. Lo seguí con cinco personas y cada uno lo interpretamos de forma distinta. Algún ignorante tituló que el President había declarado la independencia a la gallega. Los gallegos no nos entendemos así ni reconocemos la trampa independentista como una retórica que nos identifique.
Más bien fue Rajoy el que le respondió a la gallega: qué coño quiso usted decir con lo que dijo en el parlamento el martes. Ahí si reconozco a los gallegos. Desde la responsabilidad el presidente Rajoy ha venido a decir que no quiere tomar una decisión tan grave como aplicar el 155 en base a una interpretación que pudiera ser equivocada. Los separatistas está jugando con fuego. Quisieron declarar la independencia, pero solo un poquito, más que nada para ver qué pasaba. Las personas que se dieron cita en la calle recibieron como un jarro de agua fría la intervención del separatista presidente.
Pasaron de la risa al llanto en cuestión de segundos. La declaró y la suspendió y todo en apenas diez segundos. Quiso Puigdemont jugar al perro y al gato o al escondite inglés que me da igual, lo cierto es que el gobierno central le ha requerido que conteste sin ambages para dar el paso siguiente en firme.
La reacción del gobierno puede no contentar a la mayoría de españoles que querría una decisión firme y contundente, incluso inmediata a los desmanes de la Generalidad de Cataluña, pero esto no funciona así. La crisis que han montado es de tal calibre que no valen pasos en falso. Pasarán unos días para que el plazo legal agote el margen del Gobern para hacer trampas. Claro que puede suceder que su respuesta juegue de nuevo a la ambigüedad y entonces piensen que, como en el cuento de la buena pipa volveríamos a empezar. No será así. Rajoy sabe que los españoles esperamos acción y deseamos ver al Estado de Derecho imponerse a los tramposos que se han saltado la Ley a su antojo para ese viaje a ninguna parte que tantos quebraderos de cabeza nos ha producido a todos. Es la última oportunidad para que los separatistas vuelvan a la Ley.
Cualquier circunloquio que pretendan los separatistas debe ser afrontado por el Gobierno de España de inmediato y proceder en consecuencia con la Ley en la mano. Eso sí, con toda la Ley. Porque si responde que no declaró la independencia, ya se encargan de él la CUP y ERC y si declara que, si ya funciona el poder ejecutivo y el judicial, cada uno por su parte.
El Estado se juega mucho en este envite y el Partido Popular también. Si a Rajoy le tiembla el pulso ahora, las urnas le castigarán con dureza y le regalará a su competencia política un montón de votos. El presidente sabe las dos cosas, que tiene una responsabilidad con el Estado y un compromiso con sus electores. La magna manifestación del pasado domingo es un aviso para Puigdemont, hay otra Cataluña a la que él despreció en incontables ocasiones, pero también lo es para Rajoy, porque muchos de los suyos, que estaban allí, no quieren más dilación en la toma de decisiones mientras su tierra se arruina y las empresas huyen por docenas.
Necesitan los catalanes y los españoles, despejar de una vez todas las dudas y que todo vuelva a la normalidad. Si así es, que tomen nota todos los que quieren romper España en cualquier lugar. El cuento de nunca acabar, ya no cuela.

El cuento interminable

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