a ola de peculiar patriotismo que nos invade me hace recordar las quejas de Campomanes, cuando siendo ministro de Carlos III lamentaba el rechazo de los campesinos a adoptar métodos de cultivo más rentables, porque “siempre lo hemos hecho así”.
Tanto es el peso de las tradiciones, que al paso que vamos, incorporaremos a nuestro DNI un apartado de españolidad puntuando la afición a los toros, a la siesta, a la tortilla de patatas, a las procesiones y romerías, así como los escupitajos en la calle, decir tacos y usar mondadientes.
Defraudar a Hacienda no restará puntos porque hay que mantener las tradiciones, pero se penalizará hablar vasco, gallego y catalán, porque los inventaron para molestar a los buenos españoles, que sólo usan el idioma en que escribo este artículo, y que ya existía cuando los neandertales cortaban las cabezas a sus hijos, que me lo ha dicho uno que sabe mucho.