Un año de frenesí político, con dos elecciones generales, cinco votaciones de investidura fallida, solo a la sexta fue la vencida para Rajoy y el abandono del escaño del exsecretario general del PSOE, Sánchez, y, tirando por lo bajo, algo así con un millón de opiniones declaradas, repetidas y hasta contrarias en la misma boca, ruedas de prensa, entrevistas por tierra, mar y aire, amén de dos espuertas de tuits a la hora, es como para que los políticos se lo pensaran y llegaran a un acuerdo de obligado cumplimiento: una tregua navideña. No hacer ni una sola declaración desde el 21 de diciembre, víspera de la lotería hasta el 7 de enero, el día después de Reyes. El personal se lo iba a agradecer una barbaridad, pero tanto que hasta es posible que recuperaran algunos puntitos de crédito perdido y del prestigio socarrado.
Las gentes necesitan un respiro, un reposo, un poder poner una radio, una tele, abrir un periódico o navegar por las redes sin ser acosados por esta incesante berrea política. Pero, claro, también los periodistas tendríamos que estar por la labor y escribir o hablar de otras cosas, porque, aunque no se lo crean hay otras cosas de que hablar además de lo que dicen los políticos. A lo mejor hasta descubríamos que más interesantes y provechosas. Yo, al menos, voy a intentarlo. Por puro instinto de supervivencia, por mera higiene mental, por simple impulso de huida. No sé si lo conseguiré o me pasará como con lo de aprender inglés, dejar de fumar y apuntarme a un gimnasio, que cada enero lo paso al siguiente, pero en este caso voy a echarle voluntad y aunque tan solo lo consiga unos días habrá valido la pena.
De entrada estoy preparándome una ristra de temáticas de las que amén de la política algunas otras también he decidido suprimir como la cosa de la gastronomía, que esto ya es una invasión de chef y tiene uno la impresión y la aprensión de que todos los españoles lleva un recetario bajo el brazo. Se que con esta restricción me ciego muchas posibilidades y por ello si he salvado lo del vino y lo de darle al frasco en general que es también muy socorrido.
Pero sé que ante todo depende de ellos, de los declaradores y no tengo, esa es la verdad, ninguna esperanza. Habrán nombrado ya incluso y en cada partido, el declarador navideño de guardia, que será el encargado de darnos la ración correspondiente desde Nochebuena a Reyes para que no estemos ni un día sin el pienso. Que encima, más que grano seguirá siendo, mayormente, paja.