Odeón

Este artículo se podría titular el mercado o el arte del cine. No sé por qué tienen que ser incompatibles. Solo porque alguien se empeña. La película “Youth”, de Paolo Sorrentino: el agravio, unas luces encendidas siete minutos antes de terminar la “canción sencilla” una hermosísima canción otoñal, que culmina una película llena de sensibilidad y deseo en un balneario de Suiza. La disculpa era que las luces están programadas cuando aparecen los créditos para que la gente que se quiera ir no tropiece. El cine siempre fue un lugar de recogimiento, casi sagrado, intimista, que pone en contacto directo al espectador con lo que está viendo; es como si necesitásemos esa oscuridad para la emoción. Pues antes de ese final alguien ha decidido romper la magia, estropear todos los momentos para que las siete personas que estábamos en el cine no tropezásemos físicamente, aunque mentalmente nos estrellásemos. Alguien decidió darnos la comida en papillas en vez de dejarnos masticar a nuestro gusto y a oscuras.

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