Visita al geriátrico

Cada visita es diferente. Unas veces la alegría se les nota en la cara, pero en otras se encuentran apagados, de mal humor o sin apenas ganas de hablar. Afloran los recuerdos y ven que ya no están algunos seres queridos. Siguen en su pequeño universo, junto a personas de su misma edad, con dolencias similares y con de historias en las que predominan los sacrificios por los hijos y la escasez de ocio. Algunos no han conocido lo que era disponer de vacaciones y mucho menos retribuidas. Otros trabajaban de sol a sol, pero solo tienen lo puesto y sobrevivien gracias a su pequeña pensión.
Algunas visitas al geriátrico me dejan preocupado por el  dolor y la soledad de algunos que allí se encuentran. Por eso me duele cuando me entero de que una familia se acerca a la residencia para llevarse a su padre ante la precaria situación familiar, que hace necesaria la pensión del padre del marido. La valentía y dignidad del padre ha estado a la altura de las circunstancias y opta por quedarse en el centro. Considera que si antes era una molestia, no es justo que por mero interés material, se acuerdan de él. Prefiere pasar sus últimos días con gente que lo quiere por lo que es y no por lo que tiene. 
En mi visita semanal encuentro a la mayoría ante el televisor. Están con la misa Los mayores, principalmente las mujeres, realizan peticiones a la Virgen. Me entero de que nada piden para ellas, siempre se acuerdan de sus hijos, nietos y sobrinos y para ellos van dirigidas todos los buenos deseos. 

Visita al geriátrico

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